American Gods
Neil Gaiman
Norma
American Gods
2001

Diciembre de 2002
477 páginas
Ilustración Koveck

Parece que no son buenos tiempos para los libros de ciencia ficción en el premio Hugo. Ya en el 2001 Harry Potter y el cáliz de fuego, un libro de fantasía puro y duro, se alzó con este galardón. Asimismo, el año pasado, fue Neil Gaiman el que se lo llevó con esta novela que de ciencia ficción la verdad tiene bien poco, compitiendo con otra obra potente como La estación de la Calle Perdido que tampoco se puede clasificar como tal (aunque desentona menos). Y dado que al premio Hugo se le dio el nombre en honor a Hugo Gernsback, el inventor de dicho término, choca un poco ver qué es lo que se premia ahora. No tanto porque dude de su calidad, que la tienen, como porque después de todo están muy lejos de los parámetros iniciales en los que Gernsback se basó para calificar lo que publicaba.

Al igual que hizo con Sandman, fundamentalmente en el arco argumental Estación de nieblas, Gaiman refunde en American Gods toda una serie de antiguas cosmogonías para construir una nueva imaginería, colorista y bastante creíble. A poco que se esté interesado en la mitología, provenga de donde provenga, este libro se disfrutará inmensamente aunque sólo sea por contemplar cómo las antiguas deidades nórdicas, eslavas o egipcias se han adaptado a la vida en los EE.UU., dedicándose mayormente a hacer aquello por lo que las adoraban. Además comparte estructura con Vidas breves, otro de los afamados arcos de Sandman, al convertirse en una historia de carretera por el interior de la América profunda en busca de algo, aunque esta vez este "algo" no queda muy claro.

El conductor de la novela es Sombra, un trasunto del propio Gaiman, que sale de la cárcel el mismo día en que se entera que su mujer y su mejor amigo han muerto en un accidente de coche. Cuando vuelve a su ciudad, sin asumir lo ocurrido, se presenta ante él Wednesday, un hombre extraño y entrado en años que le propone participar en un viaje de reclutamiento por todo el país para alistar a su causa a toda una serie de extraños individuos, que resultan ser los antiguos dioses. Estos vinieron al país con los que los adoraban, pero han sido olvidados y se encuentran amenazados por los nuevos dioses (la televisión, internet, las tarjetas de crédito,...), decididos a terminar con ellos de una vez por todas.

Su viaje, un tanto circular (repite una serie de encuentros donde sólo cambia el personaje objetivo de la búsqueda), es fiel reflejo de la calidad de Gaiman como escritor y su facilidad para engatusar al lector para llevarle allí donde siempre se ha sentido cómodo. Nadie puede negar que el tío sabe cómo contar una historia, demostrándolo página a página ofreciendo un libro de lectura muy agradable, que gustará (y mucho) a todo tipo de público. A esto contribuye sin duda los pequeños retazos narrativos de apenas unas páginas de extensión donde revela cómo llegaron y se adaptaron los dioses al país, junto a expediciones vikingas o en barcos esclavistas provenientes del África negra, que son una innegable muestra de su sapiencia.

Pero como lector de casi todo lo que ha publicado hasta el momento, ya sea en inglés o en nuestro idioma, he de confesar que su varita mágica está un tanto "desfasada". Toda la originalidad que encuentro en American Gods se reduce a llevar a cabo la contienda entre los antiguos dioses y los nuevos. El resto, la verdad, suena a una canción que el propio Gaiman ya nos ha cantado otras veces. Una de estas tonadas que se repite de nuevo es la de las historias que va imbricando en la narración. Paradigmáticamente cada uno de los personajes con los que Sombra se cruza en su viaje tiene que contarle ese hecho crucial de su pasado que los define, con independencia de que venga a cuento o que traten con asiduidad al protagonista.

A esto hay que añadir que si la historia es una búsqueda (como es el caso), durante su transcurso se debieran ir aportando información que contribuyese a aumentar el conocimiento que protagonista y lector tienen sobre lo que está ocurriendo. Y aquí, durante gran parte del libro, se va de lado a lado sin aumentar éste lo más mínimo, para al final pisar el acelerador y pegarte el gran atracón en las últimas páginas. Mientras, deja perenne sensación de que muchos diálogos son mera pirotecnia verbal. Alguien dice una frase lapidaria (Wednesdey las suelta cada dos por tres), todos se quedan callados y en el aire queda una pregunta: ¿Ha querido decir algo o simplemente se lo ha puesto en la boca porque queda bonito?

Por último, argumentalmente, considero que no desarrolla todas las potencialidades que tenía la idea inicial. Después de todo los nuevos dioses apenas están descritos y se limitan a ser el "malo" de turno que sólo desea acabar con sus viejas contrapartidas, sin ahondar en sus motivaciones ni en su modo de vida. Gaiman toma partido con claridad por los antiguos y hace pensar no sólo que siente una cierta nostalgia por el pasado, sino también que éste le parece mucho mejor que el presente que estamos construyendo, llegando a un punto en el que es ligeramente reaccionario.

No quiero confundir a nadie. American Gods, si se obvia su precio y los incontables errores de traducción (que los tiene, y muchos), es un buen libro y merece la pena, especialmente si no se ha leído nada de su autor. Pero a Gaiman se le debe exigir todavía más de lo que nos ha ofrecido porque tiene una calidad indiscutible. Y en este libro eso sólo se paladea de forma muy leve.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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