Asesino real
Robin Hobb
La Factoría
1996
Royal Assassin
Traducción Manuel de los Reyes

Asesino real

Serie de El Vatídico 3
2004

292 páginas
Ilustración de Michael Whelan

La fragilidad del asesino

Serie de El Vatídico 4
2004
293 páginas
Ilustración de John Howe

Después de haber leído a comienzos de 2004 la conclusión de la primera entrega de la serie El Vatídico me he demorado un poco a la hora de enfrentarme a su continuación, Asesino real (por nefastos motivos editoriales, también publicado en dos partes). Una decisión que, a tenor de lo poco que ha durado entre mis manos, debo considerar como clarividente: no sé si habría soportado el síndrome de abstinencia hasta la publicación de su desenlace, La búsqueda del asesino.

Estamos ante un pasa páginas antológico basado en algo más que la cualidad habitual que acostumbra a destacar en este tipo de libros: el ritmo al que se suceden los acontecimientos. De hecho, negando la mayor, en los libros de El Vatídico el ritmo es pausado y su argumento se va desgranando con una parsimonia muy medida. Gran parte de su amenidad reside en la excelsa planificación, que aúna una acertada y omnipresente intriga palaciega, un adecuado y nada cargante toque romántico, una sutil ambientación pródiga en detalles, unas habilidades sobrenaturales la mar de conseguidas y, sobre todo, la creación y forja de un personaje como pocos se han podido leer en la fantasía heroica: Traspié Hidalgo Vatídico.

El bastardo de la familia Vatídico, después del duro aprendizaje de Aprendiz de asesino, donde se relataron los severos años de formación que le convirtieron en el asesino secreto del rey Artimañas, es ahora un personaje medianamente "hecho" enfrentado a unas circunstancias situadas a otro nivel que las visibles durante su educación. Igualmente, en el desarrollo de esta novela los tutores que velan por él se ven alejados de su lado y Traspié está obligado a afrontar los problemas todavía más "solo" que en la anterior entrega. De una vez por todas tomará conciencia absoluta de los problemas que acechan el reino y las conspiraciones que se mueven en su seno. Asimismo será el momento en que su condición como miembro de la familia real y asesino encubierto chocarán con su aspiraciones humanas, desencadenándose una serie de males mucho más refinados y contundentes que los sufridos hasta ahora.

Esto, unido a la calidad en el manejo del personaje, da pie a un hito nada fácil de conseguir: un lazo de empatía con el protagonista. Las cornadas que le da la vida, la impotencia que lo asola cuando sus acciones no sirven para paliar las contrariedades, las difíciles relaciones con su entorno, la ilusión ante un amor destinado a sucumbir, el conflicto entre sus deseos y sus deberes,...  se experimentan como algo más que un mero regocijo por el ensañamiento de la trama. Traspié no se limita a ser cuatro características reflejadas en un papel que nos relata unos acontecimientos. Se ha transformado en un ser cercano al que podemos aproximarnos desde varios puntos y que constituye un sobresaliente compendio de candidez, ingenuidad, inocencia, honor, amor, confusión... y naturalidad. Un carácter complejo, rico y sumamente atractivo.

También es necesario alabar la capacidad de Hobb para crear un entorno y convertirlo en un lugar plausible. Ayuda mucho el archisabido entorno medieval y los textos que introducen cada capítulo, que siguen definiendo el pasado de los Seis Ducados o permiten alejarse un poco del narrador para dejar caer una nota sobre aspectos que no conoce, pero hay mucho más. La narración está plagada de pinceladas y pequeños detalles que potencian su verosimilitud. Aquí juega un papel crucial la faceta mágica que ya destacaba en la reseña de Aprendiz de asesino; las dos formas de telepatía camufladas bajo los nombres de Maña y Habilidad dejan de ser un elemento adicional de la historia para imbuirse por completo en su interior. Incluso, Hobb, además de describir su uso o utilizarlas como desencadenantes de los giros argumentales, se sirve de ambas para variar la propia estructura de la narración y jugar con el lector. Por ejemplo en el primer capítulo, justo después de que Traspié haya decidido no retornar a Torre del Alce, despliega una escena de esas que descolocan por completo al alterar las percepciones y los sentimientos del protagonista. Y el lector, que lo acompaña en todo momento (toda la narración es en primera persona), no es consciente de lo que ocurre hasta que se desvela el uso que se ha hecho de la Habilidad.

Puesto a ser un poco puñetero, no puedo negar que la precisión observable es tal que Asesino real destila una leve frialdad. Existe poca espontaneidad en las acciones humanas y circunstancias como los "vaivénicos" enlaces entre Traspié y Veraz, o el invisible peligro de la camarilla de Galeno delatan la mano de la autora. No obstante, por todo lo dicho, estamos ante una trilogía que satisfará a todos los que gustan de las buenas novelas de fantasía heroica. Y que, para llevar la contraria al sino de los tiempos, a pesar de su extensión, está contada en el número de páginas necesarias.

Ahora toca esperar con impaciencia la llegada a las tiendas de La senda del asesino que, junto a La búsqueda del asesino, cierra El Vatídico. Manuel Santos, en su excelente análisis de la serie publicado en Cyberdark.net, "La fantasía épica que nos llega", dejaba entrever que se desinflaba por completo y Hobb traicionaba el espíritu fundacional de la serie. Como Santo Tomás, tendré que ver para creer. Porque ahora mismo me resulta complicado de asumir.

Por cierto, la traducción está a la altura de lo exigible (vamos, muy bien), pero hay que pegarle un capón al corrector, que ha dejado abundantes textos de los diálogos mentales que mantienen Traspié, Veraz, Artimañas, el Lobo,... sin poner la preceptiva cursiva. ¡Ay estos pequeños detalles que no se pueden considerar como nimios...!

© Ignacio Illarregui Gárate 2005
Este texto no puede reproducirse sin permiso.