El Prestigio
Christopher Priest
Minotauro
The Prestige
1995
Mayo de 2002
Traducción de Franca Borsani
357 páginas
Ilustración
Xavi Comas

El arte de contar historias tiene mucho que ver con la magia y la prestidigitación; se realizan toda una serie de maniobras encaminadas a convencernos de que algo que en principio se reconoce como no cierto ha ocurrido delante de nuestros ojos, dependiendo nuestro grado de satisfacción únicamente de la habilidad del "mago" y de los movimientos que haya hecho para conseguirlo. En esta novela que acaba de publicar Minotauro, Christopher Priest conjuga ambos roles y realiza un excepcional número de ilusionismo literario en consonancia con la historia que ha decidido contarnos, sumergiéndonos en el apasionante mundo de la magia de finales del siglo XIX, cuando la palabra Mago estaba envuelta en un halo de reverencia que hoy en día sin duda alguna ha perdido.

El Prestigio cuenta la rivalidad entre dos Ilusionistas de indudable valía, Alfred Borden y Rupert Angier, que se enzarzan en una cruenta batalla por un motivo en principio desconocido. Para desvelar el misterio detrás del desencuentro, Priest utiliza la narrativa en primera persona haciendo que sean ellos, Borden primero y Angier después, los que nos cuenten sus vidas desde su punto de vista, abriendo la posibilidad de que puedan revelarnos medias verdades que nosotros debemos juzgar a posteriori con el fin de descubrir lo cierto o falso que hay en ellas.

Sin embargo Priest no está interesado únicamente en construir una novela de misterio entorno a este asunto, sino que quiere introducirnos en el mundo del ilusionismo para hacernos sentir la misma fascinación que sin duda él siente. Así, utiliza el diario de Borden como una especie de guía de campo en la que va desvelando diferentes aspectos y comportamientos de dicha profesión, como la necesidad del ritual que sigue el Mago previamente a la realización del truco o la clasificación de estos en diferentes categorías según los efectos que produzcan. Y lo hace con una delicadeza sublime, sin desvelar ni un sólo truco, evitando que el lector pueda sentirse decepcionado ante la simpleza que sin duda se esconde detrás de muchos de ellos.

Pero he mentido. El autor sí que revela el funcionamiento de un truco, que lleva por nombre El nuevo hombre transportado y que ha inventado para la ocasión. Éste es sin duda alguna el corazón, estando gran parte de El Prestigio encaminada a revelar el secreto que se encuentra en su realización, sirviendo para confrontar las dos formas de entender la Magia que representan Borden y Angier: una más fiel a los principios clásicos, donde la vida entera del Mago está orientada a la realización de las actuaciones, y otra más mecánica, más cercana al mundo actual y que la utiliza simplemente como un modo de vida.

Priest alcanza aquí su cota más alta como narrador y confirma el camino que venía trazando desde finales de los años 70. Si en El Glamour, El mundo invertigo o, mucho más claramente, en La máquina espacial ya dejaba entrever su pasión por H. G. Wells, en El Prestigio se reafirma como su legítimo heredero, tejiendo un romance científico de los que hacen época y que rompe por completo las etiquetas genéricas para aunar en la narración todo lo que se puede esperar de un libro de temática fantástica. Asimismo, aporta una habilidad deslumbrante para jugar con lo que presume saber el lector y lo que realmente sabe. Porque, a imagen y semejanza de los grandes ilusionistas, sabe distraer la atención del espectador llevándola allí donde desea mientras realiza su número.

Sobre la edición que nos presenta Minotauro hay que decir que esta vez el resultado es más que mediocre y se encuentra muy lejos de lo que uno puede esperar de un sello de tanto renombre como el suyo, especialmente en lo que a la corrección de la traducción se refiere, aunque también hay algunos errores tipográficos de bulto bastante enervantes. Esto fastidia especialmente ya que estamos ante una de esas escasas obras que da la literatura fantástica que se deben dar a conocer al público en general. Seguramente la novela del año.

© Ignacio Illarregui Gárate 2002
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