La Afirmación
Christopher Priest
Minotauro
The Affirmation
1981

Marzo de 2003
Traducción de Matilde Horne
293 páginas
Ilustración OPALWORKS

La afirmación es, junto a la colección de relatos Un verano infinito, el libro que marcó un punto de inflexión en la trayectoria de Christopher Priest, no sólo porque con él abandonó definitivamente el entorno de la ciencia ficción que había cultivado hasta entonces para acercarse a otro más apegado a nuestra realidad cotidiana, sino porque también se abrió a una forma de afrontar las historias a la que después ha vuelto en el resto de sus novelas como El Glamour y El Prestigio: contar un argumento utilizando al menos dos puntos de vista que se complementen, de manera que cuando se termina la lectura los hilos se unen y debe ser el lector el que medite sobre cómo han ocurrido los hechos. Por eso resulta complicado hablar de ella sin desvelar su mecánica interna y los giros importantes que esconde el argumento.

La historia se inicia con la narración en primera persona que realiza Peter Sinclair, un joven que acaba de entrar en la treintena con muy mal pie: su padre ha muerto de forma repentina, se ha quedado en el paro y ha roto con su novia. En una situación al borde de la depresión se recluye en una casa campestre que le ofrece un antiguo amigo de la familia bajo la condición de que la vaya rehabilitando tanto por dentro como por fuera. Durante su trabajo comienza la escritura de lo que va ha sido su vida, intentando seguir un orden cronológico y siendo lo más fiel a lo que ocurrió para así autodescubrirse. Pero pronto se da cuenta que la memoria no es precisamente fiel a la hora de recordar ciertos hechos, por lo que se embarca en una serie de cambios que terminan desembocando en la narración de lo que le ocurre a un Peter Sinclair que vive en la ciudad de Jethra y que ha ganado un premio que le proporcionará la inmortalidad.

A su vez, existe otro Peter Sinclair que vive en Jethra y que, gracias a una Lotería muy especial, ha ganado el premio definitivo: un tratamiento médico que le convertirá en inmortal y que se aplica en una clínica situada en el idílico Archipiélago del Sueño. Todo parece indicar que este Peter Sinclair es el protagonista del libro escrito por el otro, pero mientras se nos cuenta el viaje que le lleva hasta allí descubrimos que lleva consigo una novela que ha escrito en los últimos dos años mediante la cual se revela a sí mismo. Y no es a través de una narración fiel de su pasado sino mediante un alter ego que vive en Londres y que acaba de perder a su padre, su trabajo y su novia y se recluye en una casa en el campo.

Como en la famosa meditación taoísta, donde Chuang Tzu despertó después de haber soñado ser una mariposa y no sabía si era un hombre que soñó ser una mariposa o una mariposa que estaba soñando ser un hombre, Priest parece someternos al mismo dilema cambiando mariposa y hombre por los dos Peter Sinclairs. Sólo que mientras lo hace nos proporciona los elementos necesarios para construir la interpretación de lo que realmente está pasando, orientando todo para desvelar al final lo que ocurre. Pero esto es más bien un pretexto para hablar de lo que realmente le interesa: la búsqueda de la propia identidad, la relación que existe entre vida y muerte, el miedo al olvido, la memoria, la fragilidad de lo que entendemos por pasado o las relaciones que establecemos con los demás.

Y al igual que el resto de sus libros, una de las lecturas más provechosas está en descubrir por qué le ha puesto a La afirmación ese sugerente título, que se guarda parte de su significado hasta que empiezan las revelaciones, y que está relacionado con la búsqueda de su propio ser que establecen ambos personajes, enfrentados cada uno a problemas desasosegantes que acaban siendo el mismo. El primero a un pasado desestabilizador que le ha conducido hasta su situación y el segundo a un futuro aparentemente infinito (¿quién no quiere ser inmortal?).

Sólo un par de peros. En las últimas cien páginas Priest cae en un bajón de agilidad narrativa. Mientras que antes se desenvuelve con soltura y una facilidad pasmosa, dado lo peliagudo de su propuesta, en ese momento entra en una zona cenagosa redundante y espesa que repercute ligeramente en la legibilidad. Sobremanera en la onírica persecución que establece uno de los Sinclairs, al borde del colapso, detrás de una mujer, que se come más páginas de las que son tolerables. El otro está relacionado con la deplorable traducción de Matilde Horne y la nula corrección que han hecho a su texto.

No obstante, siempre queda presente el talento de Priest para construir historias enriquecedoras ideales para meditar sobre una serie de conceptos que nos atenazan ocasionalmente y que están tratadas con un tacto descomunal.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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