Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay 
Michael Chabon
Mondadori
The Amazing Adventures of Kavalier and Clay
2000

Abril de 2002
Traducción de Javier Calvo
601 páginas

Ésta es la novela que ganó el Premio Pulitzer de año 2001 a la mejor obra de ficción y, como todas las galardonadas, cumple sobradamente con el requisito fundamental que se les exige a todas ellas: su argumento está centrado en la historia de los EE.UU., tratando algún aspecto de su vida cotidiana ya sea de la actualidad o de algún momento de su pasado. En este caso el Nueva York de comienzos de los años 40, recién salido de la Exposición Mundial, donde un grupo de jóvenes creadores iniciaron la etapa de mayor grandeza de la única forma de arte genuinamente americana, el cómic.

Con esta idea en la cabeza, Michael Chabon, uno de los nombres más interesantes de la narrativa americana actual, construye en Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay una historia dentro de la historia, mezclando elementos ficticios y un entorno realista fácilmente contrastable, que retrata de una manera fiel y plena de detalles esa época que se ha venido a conocer como La Edad de Oro del Cómic. Este sentido homenaje se realiza a través de las vicisitudes de la prototípica pareja de autores judíos construida a imagen y semejanza de los dos dúos que crearon los iconos más importantes del tebeo americano: Jerry Siegel y Joe Schuster por un lado, y Joe Simon y Jack Kirby por el otro, padres de Superman y El Capitán América respectivamente.

Samuel Clay es un joven, hijo de emigrantes judíos, criado en Nueva York y cautivado, como todos los jóvenes de su generación, por las historias que durante su adolescencia ha ido leyendo en todo tipo de revistas pulp. Deseoso de entrar en la incipiente industria del cómic, que empieza a arrancar después del flamante éxito de superhéroes como Superman o Batman, encuentra su oportunidad cuando conoce a su primo Josef Kavalier, un ilustrador en ciernes recién llegado a su casa después de haber huído de una Praga dominada por los nazis. Entre los dos surge rápidamente una excelente relación que desembocará en la creación de El Escapista, un superhéroe experto en fugas y que se caracterizará por su denodada lucha en contra de los nazis.

Durante las 600 páginas de novela desarrolla diferentes periodos en la vida de ambos, que nos van a ir mostrando pasajes de su infancia, la llegada a la ciudad de Kavalier, su etapa iniciática en los tebeos, el proceso creativo, su relación con los editores, sus anhelos y frustraciones, su éxito,... con una perspectiva muy cercana a la descripción costumbrista, transmitiendo de forma muy natural sus obsesiones, gustos, temores o conductas.

Una de sus características fundamentales reside en que, como toda buena novela histórica, lo que se cuenta está debidamente imbricado en la historia real, integrando a la perfección hechos ficticios y reales. Esta sensación de verosimilitud está potenciada por la consabida presencia puntual de personajes reales (Dalí, Max Ernst, Orson Welles, diferentes autores de cómics) que interaccionan con los creados por Chabon, además de la presencia de abundantes notas a pie de página que establecen una especie de continuidad tanto antes como después del hilo argumental, como si estuviésemos ante una pequeña porción de una auténtica biografía.

Pero lo que realmente hace de Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay una lectura singular y meritoria es la encendida defensa que se hace en sus páginas del cómic como forma de contar historias, dignificando como pocas veces se había hecho hasta ahora el trabajo de sus creadores y tratándolos con una justicia ecuánime, describiendo con plenitud de detalles lo que éstos ofrecían (y ofrecen) sin sobredimensionar ni sus virtudes ni sus defectos. Esto cobra especial relieve cuando, por ejemplo, denuncia el mezquino comportamiento de las editoriales, que se aprovecharon vilmente del trabajo de sus artistas apropiándose de sus creaciones y haciendo unas inmensas cantidades de dinero que jamás repercutieron en los que legítimamente deberían haberlo ganado; o en el pasaje donde se refleja la importancia decisiva de Ciudadano Kane para la narrativa gráfica, al aunar, como nunca se había hecho hasta entonces, la palabra y la imagen, sirviendo para que gente como Will Eisner llevase años después estas conclusiones al papel en tebeos como The Spirit, donde ilustración y texto formaron un todo indisoluble.

Este particular homenaje se ve potenciado con la transformación, por momentos, del argumento de la propia novela en un vibrante cómic de superhéroes, cuando un simpatizante nazi voraz lector de tebeos pierde los papeles y toma la personalidad de uno de los enemigos del Escapista, comenzando una campaña de sabotaje contra Kavalier y las publicaciones en las que participa, reflejando punto por punto la rivalidad entre el superhéroe de turno y su archinémesis.

Afortunadamente Chabon no se dedica a hablar únicamente de este tema sino que lo viste de otros muchos que le dan un mayor empaque, y que ayudan a transformar la narración en un vívido fresco de la inocente sociedad neoyorquina de la época, bastante alejada de la cruel realidad europea y no muy consciente de la guerra que se les venía encima.

El autor utiliza una prosa inmersiva, prolija en descripciones y muy cercana siempre a todo tipo de lectores, haciendo que el libro sea una delicia tanto para los que conocen el mundo en el cual enclava su historia como a los que lo desconocen por completo. Quizás su talón de aquiles esté en su uso de oraciones excesivamente largas y con abundancia de subordinadas no muy conseguidas, lo que obliga en ocasiones a retomar su lectura para recuperar el sentido original (aunque puede que esto sea fruto de la traducción)

Hay un pasaje en el cual pierde el tono costumbrista del resto de la obra y se adentra por otros derroteros, bastante surrealistas y cercanos a la locura. Me refiero a la quinta parte, enclavada en la Segunda Guerra Mundial, que cuenta la estancia de Kavalier en la Antártida en una estación de vigilancia allí situada y que le debe todo a Criptonomicón de Neal Stephenson, de la que toma tanto la ambientación como su particular manera de contar las cosas. El cambio no está fuera de lugar, ya que transmite a la perfección lo que siente Kavalier debido a las pérdidas sufridas y la soledad allí vivida, pero choca bastante en comparación al tono del resto de la trama.

Seguro que hay novelas mucho mejores que esta, pero  pocas nos permiten adentrarnos en la cultura popular del siglo pasado de una manera tan sincera como repleta de emoción y sentimiento. Muy recomendable.

© Ignacio Illarregui Gárate 2002
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