El mono del hielo
M. John Harrison
Ultramar
The ice monkey
1988
Octubre de 1992
Traducción de Josep Sampere

227 páginas
Portada de J. Colls

Relatos que contiene:

  • El mono del hielo

  • Los nuevos rayos

  • La invocación

  • Un mundo a medida

  • La cantera

  • El descenso

  • Egnaro

Un día se descubre a Dios en la cara oculta de la Luna, se le traslada hasta la Tierra (cómo no, hasta algún lugar de Inglaterra) y se inicia Su Reinado con un periodo de presunta alegría y prosperidad para toda la humanidad. Una de las primeras cosas que hace es construir la llamada Autopista de Dios, una inmensa carretera de más de una decena de carriles que lleva hasta Él, desierta durante el día y que, por la noche, se encuentra oculta tras un velo que oculta lo que en ella ocurre. Un ex agente secreto es enviado para descubrir qué pasa allí y qué otras personas están interesadas en el asunto. Mientras realiza sus pesquisas, se topa con un antiguo contrincante que le va a inmiscuir en un ataque suicida: acabar con Dios utilizando una bomba atómica de fabricación casera.

Éste es el absurdo argumento de Un mundo a medida, uno de los relatos que se pueden encontrar en El mono del hielo, ni el mejor, ni el peor, pero ejemplo perfecto de lo que uno se encuentra en su interior. ¿Una chorrada? Pues contado como lo he hecho no quepa duda que así es. Sin embargo existen detalles que lo convierten en algo genuino y que sólo se pueden descubrir leyéndolo. Esos detalles provienen del modo que tiene M. John Harrison de concebir sus historias, con rasgos similares a los de J. G. Ballard pero dando una mayor carga a la atmósfera, todavía más sórdida que la que el genial escritor británico imprime a su narrativa. De esta manera alcanza a sugerir ideas que apenas quedan explícitas, más allá de los asideros necesarios para llegar a ellas, aunque sus argumentos son tan mínimos que a veces brillan por su ausencia.

En el cuento expuesto, que en sus dos primeras páginas recuerda a Vida y muerte de Dios del propio Ballard, Harrison huye del camino marcado por su maestro (la sátira cáustica) para zambullirse en lo que podríamos etiquetar como terror existencial sucio y exponer el hecho contradictorio del ser humano a través de uno de sus deseos más fervientes: el "paraíso"; que para el autor, como Borgiano de pro, supone el mayor de los infiernos.

Ese terror existencial sucio al que aludo es más palpable en La invocación, El descenso o El mono del hielo, relatos con unas marcadas señas de identidad que apenas ofrecen variaciones de un mismo esquema. Aparece un gris narrador, apenas perfilado, que se limita a ser un observador pasivo; una segunda persona, a la que conoce desde hace años, con la que mantiene una relación difícil y a la que no puede dejar de lado; un extraño mal que poco a poco va haciendo que esta persona vaya perdiendo su nexo con la realidad y zambulléndose en una locura inexplicable;... Y con ellos una atmósfera mísera y opresiva en la que predominan comportamientos intensos, en apariencia sin sentido, que cobran una nueva dimensión cuando llega la revelación. De los tres citados el más satisfactorio es La invocación, un retrato de un enfermo desahuciado aferrado a una última posibilidad de salvación. Como curiosidad, en El descenso y El mono del hielo resulta de especial importancia una de las pasiones de su autor, el alpinismo, que le ha llevado a escribir una novela, Climbers.

No obstante, en ocasiones su propuesta termina en un fiasco, ya sea porque la premisa es tan absurda que ni con el mejor ambiente puede redimirla o porque la historia no va más allá de una anécdota vacua. Como paradigma de lo primero tenemos Los nuevos rayos, una tontería que hay que leerla para creerla y que, por mucho que capture la locura que envuelve a aquellos que donan sus cuerpos a la ciencia para hacer experimentos, está muerto desde su increíble planteamiento. Mientras, La cantera, que posteriormente Harrison incluiría a presión en El curso del Corazón, es un buen ejemplo de lo segundo, una narración que entra por los cinco sentidos pero que no llega a ningún sitio, quizás porque tampoco sale de ninguno.

Quería dejar para el final el borgiano Egnaro, un evocador divertimento sobre un imposible país que obsesiona a todo aquel que oye hablar de él. Sin llegar ni mucho menos al nivel de los recogidos en, por ejemplo, Ficciones, ofrece una aproximación diferente al mismo tema. Este cuento culmina con buen pie este libro insólito, escrito con una prosa densa que hay que consumir en dosis pequeñas. El "tarro" completo puede llegar a embotar los sentidos y producir persistentes dolores de cabeza si no se digiere con cautela.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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