El curso del Corazón
M. John Harrison
Minotauro
The course of the heart
1992

Junio de 1996
Traducción de Andrés Erenhaus
282 páginas
Ilustración Julio Vivas

Hay momentos en las que leyendo una novela, por más atención que pones, eres incapaz de enterarte de la misa la media. Cuando esos "instantes" abarcan decenas de páginas, surge en tu mente una disyuntiva: ¿te está sobrepasando el libro como lector o el autor es incapaz de transmitir sus ideas con un mínimo de coherencia? Esto, que ya me ha ocurrido más de una vez (soy un zote total), es lo que me ha venido a la cabeza mientras leía El curso del Corazón, aunque en este caso me precipité al hacerme la pregunta. Después de todo, al final, las fichas terminaron de casar a base de meditar mucho sobre su orden y significado. En mi "defecto" tengo que reconocer que es la segunda vez que leo el libro y eso ayuda a concretar aspectos, si bien lo único que recordaba de aquel primer encuentro era la tremenda sensación opresiva que se respiraba, además de ciertos matices que me hacen pensar en Harrison como un escritor al que conviene seguir de cerca.

Hasta ahora no se puede decir que haya tenido mucha suerte en España: sólo se pueden encontrar, a parte de relatos desperdigados por diversas antologías, esta novela, una colección de cuentos titulada El mono del hielo, y Luz, que va a publicar dentro de 3 meses Bibliópolis, presuntamente un space opera repleto de ironía y con mucha carga literaria. Escaso bagaje para alguien que tiene cuatro novelas tan reconocidas como The Centauri Device o las que componen la secuencia de Viriconium. Este limitado interés mostrado hasta el momento por las editoriales españolas se entiende si se coge El curso del Corazón como epítome de su narrativa: estamos ante un escritor con un estilo muy trabajado, más preocupado por crear ambiente que escenarios, con un trabajo de ideas muy abstracto (frente a la concreción de la que hacen gala la mayoría de escritores actuales de género fantástico), jugador en terrenos agrestes poco transitados, y que exige más al lector de lo que éste está habituado a dar.

La historia trata acerca de cómo las personas nos enfrentamos lo que desconocemos y tememos. Sus 4 personajes principales intentaron en sus años universitarios penetrar en el llamado Pleroma Gnóstico, una supuesta realidad donde todo ha alcanzado la plenitud, un mecanismo de escape de su vida cotidiana. Sin embargo, por el motivo que sea, la experiencia salió mal y cada uno es perseguido por una manifestación que les tortura de muy diversas maneras. Por ejemplo, Pam Stuyvesant es acosada por una pareja de amantes pálidos que copulan desnudos flotando en el vacío; Lucas Medlar observa un enano con una cruel vena destructora; y para el protagonista, que cuenta la historia en primera persona, un campo de fragantes rosas. Esas presencias, tan discordantes por lo antagónicas que resultan entre sí, tienen una razón de ser que no se descubre hasta bien avanzada la novela, y sólo a base de pensar sobre lo que les ocurre, porque jamás se explicitan más que unas leves ideas.

Así, El curso del Corazón forma un todo hermético, con un significado tácito que hay que desentrañar a partir de lo que el autor proporciona. Ésta, que es su principal característica, es también origen de su principal disfunción: hay muchas escenas que se transforman en un aparente quiero y no puedo que, lejos de concretar una propuesta, ahondan todavía más en el desconocimiento que se tiene del tema, con una ambigüedad que raya en la locura. Como un pasaje muy concreto que reproduce casi de pe a pa, sin que venga muy a cuento, su relato La cantera, que por sí solo es una sólida construcción de atmósferas pero que está fuera de lugar. Igualmente, en su conclusión, Harrison intenta hilvanar una explicación a lo que ha estado ocurriendo insatisfactoria; no está a la altura de lo sucedido y tergiversa un poco el espíritu de la narración, centrada no en resolver el misterio sino en experimentar lo que sufren los personajes. Algo que, por contra, sí que consigue con creces.

En cada escena, Harrison se postula como un sobresaliente constructor de ambientes, muchas veces sórdidos, y un portento a la hora de transmitir los miedos que sentimos ante las puñaladas que nos da la vida o cuando entramos en contacto con lo desconocido o lo que se aleja de nuestra capacidad de entendimiento. Una característica que se ha mantenido con la traducción, nada chirriante salvo un par de giros argentinos que suenan un poco fuera de lugar para el lector español (parece que las experiencias "cansadoras" con las que nos martillea de vez en cuando Matilde Horne son de uso cotidiano) y que reproduce una prosa rica y llena de matices.

No quería dejar de citar cómo dos de los personajes se asocian para sobrellevar su pequeña maldición, evocando una extraña fabulación a la que dan total verosimilitud, que recuerda a lo que John Crowley está haciendo en su macronovela sobre una Historia Secreta del Mundo que comienza con Aegypto. Desde luego no tiene la complejidad ni el acabado que Crowley ha dado a su idea (para empezar hay una "sutil" diferencia de tamaño), pero consigue transmitir sensaciones análogas. Al fin y al cabo los seres humanos llevamos desde el origen de los tiempos subyugados por la Historia, pero soñamos con lo que pudo haber sido y, desafortunadamente, no fue.

El curso del Corazón es una narración fallida, a ratos ininteligible, a ratos ilusionante, que cumple con su propósito inicial aunque tiene lagunas que limitan sus posibilidades. ¡Ay si Harrison hubiese sido menos críptico!

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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