Juegos de capricornio
Robert Silverberg
Caralt

Capricorn Games
1976

Mayo de 1979
Traducción de
J. M. Pomares
187 páginas
Ilustración Néstor Goldar

Relatos que contiene:

  • Juegos de capricornio

  • La sala de la fama de la ciencia ficción

  • La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada

  • Nave-hermana, estrella-hermana

  • Un mar de rostros

  • El Dybbuk de Mazel Tov IV

  • Un pequeño burócrata

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta colección, publicada hace ya 25 años, recoge relatos "menores" de Robert Silverberg, publicados cuando estaba a punto de entrar en la crisis más significativa de su carrera y que le tendría varios años en el dique seco. Esta vez creo que acierto al calificar algo de "menor". Aunque la mitad de ellos raye a buena altura, presenten unas ideas interesantes y demuestren el habitual oficio del que es un buen contador de historias, también denotan una alarmante falta de originalidad y de novedades respecto a lo que este autor había hecho unos años antes. Del resto... mejor no hablar mucho para no hacer sangre.

Cojamos como paradigma "Nave-hermana, estrella-hermana". Una expedición parte de la Tierra en busca de nuevos mundos. Para sobrellevar la aburrida rutina de cada día la tripulación se entretiene jugando a un extraño juego, el Va, en el que participan con gran pasión. Como único vínculo con su mundo de origen cuentan con la habilidad de una telépata ciega que les acompaña y que está unida mentalmente con su hermana gemela que quedó en la Tierra. Cada día establecen una comunicación con el control de la misión a través suyo... hasta que paulatinamente comienzan a aparecer unas "interferencias" que hacen peligrar ese vínculo.

Pocos personajes en escena, sólidamente desarrollados, cuidada puesta en escena, voluntad de trascender, un misterio que desvelar,... Silverberg trata una vez más algunos temas que aparecían, p.e., en Regreso a Belzagor y de los que no conviene hablar mucho para no reventar el pequeño giro final. Sin embargo le falla la cocción. El desarrollo está estratificado entre dos secuencias que se van intercalando. La principal narra el problema del fallo de la comunicación y la "secundaria" establece los pasos de la telépata en su aprendizaje del Va. La conjunción funciona debido a que ambas se pueden leer de forma independiente, como si fuesen compartimentos estancos, y los lazos apenas están explicitados, más allá de la catarsis que supone el juego para liberar la impotencia de la telépata. Sinceramente produce la impresión de dedicar tanto espacio a la segunda trama porque se le había ocurrido un juego muy chulo y había que enseñarlo en funcionamiento.

Otro tanto ocurre con "Un pequeño burócrata", dueño de un punto de partida más interesante que le convierte en el mejor relato de la selección. Silverberg muestra un país que ha degenerado en un conjunto de reinos de taifas, cada uno con sus propias instituciones y unas normas absurdas, donde campa por sus respetos el miedo a lo diferente, a aquél que viene de otro lado. Asimismo acierta a introducir un segundo elemento todavía más desasosegante: la excesiva confianza de la humanidad en la tecnología, que cuando falla puede originar el colapso del sistema. Ésta aparece representada por la amenaza de desconexión en una de esas regiones del sistema que permite a los transportes seguir funcionando, al agua acceder a los hogares, a las máquinas de aire acondicionado refrigerar los edificios,...

No se hacen esperar situaciones que ayudan a reflexionar sobre estos peligros u otros tan cercanos como la sobrepoblación de las ciudades y el abandono del ámbito rural; la insularización del hombre surgida en una desconfianza a todo aquello que escapa a su control; la tendencia a la homogeneización de la mayoría de las sociedades;.... ¿Cuál es su talón de aquiles para quedarse sólo en un buen relato? Sencilla y llanamente, el McGuffin, ese argumento que sirve como excusa para expresar sus ideas, que otras veces le permitió escribir obras maestras como La torre de cristal, y que aquí, por banal, se queda sin fuerza.

Divertido resulta "El Dybbuk de Mazel Tov IV", un juego dialéctico entre los judíos tradicionalistas y los más modernos, a los que la aparición de un dybbuk, una especie de alma errante, trastoca completamente la vida. Lo curioso del asunto es que el autor no se posiciona con ningún bando y se queda "en medio", dando "palos" a ambas facciones, una equidistancia nada usual. Además participa de la teoría de que los judíos han recibido mucho a lo largo de la historia y serían incapaces de devolverlas en la frente, cosa que ha cambiado en los últimos años. Me temo que ese mito del judío errante está muriendo a marchas forzadas, ahogado en la violencia sin sentido del conflicto de Palestina.

Y llegamos a la pieza más reveladora de Juegos de capricornio: "La sala de la fama de la ciencia ficción". A través de un collage de diversos pasajes de unos cuantos párrafos, escritos específicamente para la ocasión, asistimos a un cinético trayecto por la ciencia ficción más clásica, ésa donde abundaban las pistolas de rayos, los imperios abarcaban galaxias enteras y las máquinas del tiempo permitían desfacer cualquier entuerto. La ciencia ficción a la que se aficionó Silverberg de joven y que le convirtió en uno de sus grandes nombres (después de haber militado como escritor de segunda fila durante una decena de prolíficos años). Entre las "dramatizaciónes" encaja una serie de comentarios, a mitad de camino entre la elegía y la autojustificación, que comunican sus sentimientos con suma elocuencia. Sirva de ejemplo lo siguiente:

No morir nunca. Eso forma parte de la atracción. Vivir en miles de civilizaciones aún por venir; ver cómo se despliegan los milenios futuros; participar emocionadamente en la evolución de la humanidad... ¿cómo conseguir todo esto, excepto a través de estos libros y revistas? Esto es lo que me proporcionan: vida eterna y una perspectiva cósmica.

El resto no merece excesivas palabras. "Juegos de capricornio", queda como un pretencioso retrato de las decadentes inquietudes sociales de un hipotético fin de siglo XX; "La señorita Found..." se convierte en un endeble ataque a la política estadounidense de la época que no se acerca ni por asomo a Estación Hawksbill; y "Un mar de rostros" es el peor cuento que le he leído nunca a Silverberg, candidato a ser también uno de los más flojos de la historia. Un volumen curioso recomendable para completistas de este autor.

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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