Noches de Nueva York |
Eric Brown es un escritor británico prácticamente inédito en nuestro país del que sólo se había publicado un cuento, sencillo y agradable, en el número 12 de Valis: "Hijos del invierno". En sus páginas apuntaba con delicadeza y concisión multitud de conceptos como la aceptación de lo diferente, el primer amor, los ritos de paso, la manipulación cultural,... Ahora AJEC, editora de dicho fanzine, nos hace llegar Noches de Nueva York, novela que abre la llamada trilogía de Vírex, un postcyperpunk de repertorio que agradará a todos los que gusten de este tipo de temática. Su argumento tiene lugar en una Nueva York a cuatro décadas vistas, un decadente escenario que ha perdido su grandeza al haber tenido que absorber la ingente cantidad de inmigrantes producidos por una sucesión de ataques terroristas. Además el petróleo está por las nubes, se ha originado una crisis energética inmensa, los automóviles como medio de transporte han sido casi abandonados, la calefacción es un bien del lujo, grandes masas viven en la pobreza, han proliferado todo tipo de negocios de subsistencia a pie de calle,... Un depauperado marco en el que dos detectives especializados en localizar personas desaparecidas son contratados para encontrar a una de las principales creadoras de la incipiente industria de la realidad virtual. Y, como no podía ser de otra forma, dicha búsqueda se transforma en algo más complejo de lo que esperan. Como se puede apreciar, Brown se decanta por un enfoque a mitad de camino entre la novela negra y la distopía, con un entorno de futuro cercano al que le queda cuerda para rato pero donde la calidad de vida ha menguado a ojos vista, la corporaciones hacen su agosto, se inician las primeras IAs de entidad, existen avanzados cachivaches tecnológicos,... Vamos, todo lo esperado cuando se menciona la etiqueta cyberpunk, tratado con una mano más que correcta. Destaca la primera parte de la obra, la encargada de ponernos en situación. Abordada con un detallismo casi costumbrista, introduce el día a día de sus dos personajes principales, Hal Hallyday y Barney Kluger, dos tipos grises bien tramados cuya vida pasa ante nuestros ojos con precisión, profundidad y coherencia. Coherencia que también es observable en ese escenario que se dibuja a su alrededor y cuyo mayor exponente es una realidad virtual utilizada sin mucha originalidad pero de manera hábil. Es el soma que las masas demandan para huir de su gris existencia y refugiarse o en un tiempo pasado que, sin duda, fue mejor o en otra realidad. Porque ¿qué importa que sea mentira si parece real? También resulta interesante su manera de bascular en torno a peligros tan fehacientes como la dependencia de la red de redes, la creación de Inteligencias Artificales, el creciente fenómeno del espionaje industrial, la vulneración de la privacidad, la amenaza del control en la sombra por parte de corporaciones todo poderosas,... Pero no es menos cierto que denota algo que no por muchas veces visto deja de escamar; cojea al decantarse por la tónica habitual de señalar el peligro de la tecnología para el hombre de una forma sesgadísima y torpe. Sólo hay que observar el núcleo argumental que explica lo que ocurre y que llega a ser sangrante; lejos de encontrar sutilidad nos topamos con un vulgar Terminator, más propio del cine de matinal que de una obra de ciencia ficción seria. Lo que nos lleva al talón de Aquiles de Noches de Nueva York: promete más de lo que da. Cuando se llega al punto medio, en vez de culminar el camino iniciado, se decanta con una facilidad pasmosa por el thriller más tradicional, con sus buenos y malos persiguiéndose entre sí, el reloj corriendo hacia atrás, los preceptivos y aparentes callejones sin salida y una conclusión que no está mal pero tampoco entusiasma. Una elección narrativa cuestionable porque desdibuja todo el trabajo de la primera parte, aunque parcialmente asumible si se considera que estamos ante el comienzo de una trilogía que sólo juega a ser eso: una mera introducción a un mundo con una acción que se inicia, se desarrolla y termina, pudiendo leerse de forma independiente. Aunque uno no deja de preguntarse a qué narices viene lo de Virex, término que apenas ocupa un par de párrafos en toda la narración. Y claro, falta hablar del pan nuestro de cada nueva entrega de AJEC. Tras las incontables pifias que se podían leer en los primeros libros de la colección (Teranesia y Páginas perdidas), Noches de Nueva York no se aleja de la estela marcada por ellos. Cierto que el resultado final está un "poco" mejor, pero como muestra de lo poco cuidada que sigue siendo el trabajo de corrección y maquetación baste coger algo tan común en un libro como los guiones. Primero, llama la atención que no se haya utilizado ni uno solo para dividir una palabra al final de una línea, cosa que demuestra el vulgar uso que se ha hecho del procesador de textos. Y después se encuentra todo un festival de deficiencias que abarcan el uso de los guiones cortos en vez de los largos (los preceptivos en el campo de la edición), la ausencia en determinados lugares de los que debieran cerrar el diálogo, abundan los que tienen una sangría mal hecha,... Lo que unido a las expresiones con una sintaxis defectuosa o fallos clamorosos en el uso del castellano (lo de "no importa lo alieno que sea el mundo" de la página 7 cala hondo) son sólo otra muestra de que o se buscan un maquetador/corrector profesional o seguirán anclados en una mediocridad que perjudica sus productos. Se salva el trabajo de Alejandro Terán, tan impactante como las que le hemos visto durante este año, en el que se ha convertido en la revelación de la ilustración de portadas de temática fantástica. Aunque esta vez no ha estado muy inspirado en la creación del título del libro, que canta un poco sobre la imagen. Recuerda a esos letreros tan sosos que se hacen con el WordArt. Aunque se puede tomar como un aviso de la manera de editar el texto que se encuentra en el interior... Recapitulando. Puede que Noches de Nueva York no llene todo lo podría, con el fuerte escollo que supone haber sido publicada en una edición que constituye un reto para la concentración del lector. Pero es una viva demostración de que por muchas estacas que han clavado en el muchas veces muerto cyberpunk; éste goza de una salud, si no inmejorable, sí razonable. Este libro fue proporcionado por la revista Solaris para hacer una reseña que salió publicada en el número 27. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2005
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