D.R. & Quinch

Guión Alan Moore
Dibujo Alan Davis

Dude Comics & Otakuland
D.R. & Quinch
1983 - 1985

Octubre 2001
96
páginas
Traducción: David Macho
Rotulación y diseño gráfico: D·Gráfic
Ilustración Alan Davis

Decía en la reseña de Días de Medianoche que cuando un autor de tebeos tiene un relativo éxito y su producción es más bien escasa o lleva mucho tiempo sin producir nada, se recurre a una serie de trabajos de juventud muy inferiores a su producción normal y que palidecen frente a los que le han aupado al éxito. Tal fue el caso de la antología de historias de Neil Gaiman que nombraba antes y que globalmente resulta bastante mediocre. Este podría ser el caso del tebeo que les comento ahora, una obra "de juventud" (aunque no tanto) de un gran autor pero que, a diferencia de lo ocurrido con Gaiman, sí que justifica su edición, sobre todo si las expectativas que puedes haberte creado no nublan tus percepciones y no han creado ningún prejuicio insalvable. Porque, desde luego, esto no es ni Wacthmen ni V de Vendetta ni ninguna de sus obras más, llamémosle, complejas. Pero ni falta que hace.

Alan Moore es seguramente el mejor escritor de tebeos, no sólo porque ha guionizado alguna de las obras más importantes de la historia y que han cambiado todos los esquemas preestablecidos, sino porque (sobre todo) domina a la perfección el medio en el que se mueve y juega con él constantemente, escribiendo a su libre albedrío las normas por las que después se guiarán toda una serie de discípulos que sólo podrán seguirle de lejos. Tal es su calidad que es capaz de hacer tebeos como From Hell o Promethea, muy meditados y con innumerables niveles de lectura, y después dedicarse abiertamente y sin ningún pudor al tebeo (llamémosle) espectáculo en el que la aventura recupera su esencia fundamental, con series como Tom Strong o Top 10 (que prometo comentar algún día) Esta facilidad para cambiar de género y de lugar le viene de sus comienzos como escritor cuando, constreñido a un espacio limitado y necesitado de escribir unos tebeos con unas tendencias muy marcadas, tuvo que aguzar un punto más su ya de por sí afilado ingenio.

Moore fraguó su escritura en editoriales británicas como Warrior o Fleetway, donde las historias episódicas en vez de tener la extensión normal del tebeo americano (22 páginas) tomaban forma a base de breves capítulos de 4, 5 o 6 páginas y que aparecían en revistas como 2000 AD de periodicidad semanal. Eso obligaba a los autores no sólo a ser capaces de limitar sus argumentos a ese número de páginas sino también a dejarle gran parte del camino ya trabajado al dibujante de turno, que en tan breve espacio de tiempo debía realizar al menos una página diaria cosa que, aunque en aquellos tiempos era bastante más asequible que ahora, les daba a muchos de ellos más de un quebradero de cabeza (sobre todo a los que realizaban más de una serie a la vez). Fruto de esa iniciación han salido series un tanto desconocidas en este país como Marvelman (que tuvo que cambiar el nombre por Miracleman), Capitán Britania, Future Shocks, Cronocops, los primeros episodios de V de Vendetta, La balada de Halo Jones y las historias de D.R. & Quinch que ahora me toca comentar. Son todas ellas historias con un componente aventurero importante (en algunas más acusado que en otras) que buscan sobre todo entretener al lector, aunque dos de ellas ya ponían los cimientos de lo que Moore iba a buscar después: Marvelman y V de Vendetta. D.R. & Quinch recoge en comparación una historias menores pero no por ello menos disfrutables que nos descubren a un Moore socarrón, realizando un humor de trazo grueso, bastante divertido e irreverente.

Waldo Dobbs, alias Disminuida Responsabilidad, alias D.R., y Ernie Quinch son dos auténticos hijos de mala madre que disfrutan haciendo mil y una canalladas a todo aquel que osa ponerse delante de ellos. Este es el esquema al que se puede reducir sin ningún afán simplificador D.R. & Quinch, una "crónica" de las aventurillas de estos personajes en una galaxia completamente salida de madre. La primera historia de 6 páginas es un propósito de intenciones de lo que nos vamos a encontrar en las siguientes. Historias completamente alocadas, sin pies ni cabeza, concebidas únicamente con el fin de hacer pasar un buen rato al lector y que aparentemente están realizadas sin ningún fin más que el meramente "alimenticio". En ellas, una vez más (y van...), Moore vuelve a demostrarnos que con elementos tan simples e intrascendentes como los mentados se puede hacer un muy buen tebeo que a veces se lee con una sonrisa en los labios y siempre con interés, sin aburrir en ningún momento.

Cierto es que no todas las historias que se recogen en el volumen son igual de buenas. Por ejemplo, gran parte de Locos por las chicas y Reclutados tienen algunos bajones de ritmo respecto al resto. Sin embargo también contiene algunos retazos de la vena humorística de un Moore apunto de entrar en plena ebullición y que ahora está desarrollando en algunos de las historias de Tomorrow stories. Dos buenas muestras de esto son tanto ¡Se divierten en la Tierra! como ¡Se reforman!, las dos historietas que abren el volumen y que son sin dudarlo lo mejor de la recopilación, en especial la primera de todas, buena muestra de que en una extensión tan pequeña se puede presentar una situación, a unos personajes, bordar su caracterización, desarrollarla convenientemente y llegar a una ciertamente escacharrante conclusión.

En la parte gráfica Moore siempre ha sabido rodearse de ilustradores interesantes con los que, en la mayoría de las ocasiones, se ha compenetrado a la perfección y que han dado todo lo que llevaban dentro. En este caso tenemos a un Alan Davis todavía en periodo de formación, que ya ha dejado atrás la apariencia tosca de sus primeras páginas en Capitán Britania y que deja ver el potencial que explotaría un par de años después con su salto al otro lado del charco. Quizás su narrativa esté un poco más contenida de lo que solía acostumbrar en sus otras colaboraciones más superheróicas con Moore. Sin embargo esa "simplicidad", forzada por el tipo de público al que estaba destinada la historia (2000 AD nunca ha tenido un público demasiado amante de los personajes enfundados en licra), hace que los paneles sean todavía más (si es posible) limpios y el hilo conductor de la historia sea muy claro y nítido. Además ya está presente su plasticidad y expresividad a la hora de ilustrar los personajes, cuya base le serviría años después para crear a dos de sus creaciones más recordados de Excalibur, como son la Tecnored de Rompepuertas y la célebre Patrulla-N.

Puede que su humor no sea del gusto de todos, pero no se puede negar que Moore es un animal del tebeo y el más ecléctico de todos los creadores que pueblan este mundillo; triunfa en todos los campos que toca. Sólo hay que recordar lo que dijo sobre él Neil Gaiman en una entrevista. Alan Moore es el único guionista del mundo capaz de hacerte ver que los osos amorosos son un estupendo vehículo para la disquisición filosófica. Puede que en este caso el contenido profundo se quede para los cazadores de brujas que ven cosas donde no las hay, pero eso no hace de este tebeo menos disfrutable. Por eso se lo recomiendo a todo aficionado al buen cómic sin distinción de géneros.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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