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¿Qué es un sistema operativo? ¿Por qué se produjo la transición entre los interfaces textuales y los gráficos? ¿Qué es Windows? ¿Por qué Microsoft se ha convertido en la gran empresa de software que "manipula" a los fabricantes de hardware del mundo y a los millones de usuarios que están cautivos de sus redes? ¿Qué valor tiene una empresa cuyo único activo es información formada por 1s y 0s que además es fácil de copiar? ¿Qué motivo se esconde detrás del miedo atávico que Linux y el software libre causan al usuario tipo a pesar que sean incomparablemente superiores? Estas son algunas de las preguntas que Neal Stephenson, el autor de Snow Crash y Criptonomicón, intenta responder a lo largo de las páginas de este breve ensayo que se lee con asombrosa facilidad, con independencia de los conocimientos informáticos que se tengan, y que cunde una barbaridad. Stephenson, que ha trabajado como programador durante parte de su vida y que ha estado relacionado con la informática desde la adolescencia, afronta la tarea desde una posición nítida. Lejos de intentar vendernos su vaca como La Verdad Revelada, plantea su discurso de manera que en todo momento sabes que estás leyendo algo subjetivo pero expresado con total flexibilidad. Así sus ideas, lejos de resultar impuestas, sirven para proporcionar una serie de elementos que ayudan a tener una opinión más completa. Y lo hace de una manera tan divertida, con unas comparaciones y unas metáforas tan refrescantes, que es inevitable rendir pleitesía a su inteligencia y capacidad divulgativa. La tesis que viene a defender es que si nos gusta tomar nuestras propias decisiones, y que nadie haga esto por nosotros, debiéramos empezar a huir de sistemas operativos como Windows o el MacOS, que simplifican el uso de sistemas informáticos al hurtarnos gran parte de sus potencialidades, y utilizar otros como el BeOs o Linux, más complicados pero a la vez más reconfortantes al ser nosotros los que tenemos todo el poder en nuestras manos. Después de todo los dos primeros son interfaces gráficos cuya función es "engañar" al usuario haciendo fácil lo que realmente es complejo, llevándole a una serie de equívocos de los que a pesar que es muy fácil desengañarse atrapan sin remedio. La más brillante de todas las comparaciones que establece para explicar su postura es la que realiza entre Microsoft y Disney. Esta última, en muchas películas, ha adaptado obras literarias tan vigorosas y eternas como Alicia en el País de las Maravillas o Peter Pan, eliminando gran parte de sus elementos más vívidos y oscuros, realizando una simplificación orientadas a hacer más "digerible" la historia y "adaptarla" para todo tipo de estómagos, especialmente para los tiernos infantes a los que iban destinados. De la misma manera, Microsoft con su serie Windows ha realizado un trabajo de capado de la potencialidades de un sistema operativo para limitar las posibilidades del usuario, ofreciéndole a cambio una parafernalia gráfica bastante vacía aunque muy atractiva. Todo bastante cierto pero que, como todos aquellos que viven una realidad que está un poco separada del resto de la gente "normal", olvida algo básico: no todo el mundo está capacitado para desenvolverse en esas condiciones que defiende y tiene otras menesteres a los que dedicarse a parte de introducirse en la laboriosa iniciación que supone un sistema operativo completamente manipulable. Por eso algo "simplificador" como Windows (depurado de errores y más ágil) es necesario. Así se universaliza el acceso a los ordenadores, aunque sólo sea para jugar al buscaminas o navegar por internet. Y el que quiera dedicarse a algo más que al "ocio" tiene abierta la puerta al nuevo mundo de posibilidades que ofrece el software libre. Esto nos lleva al otro meollo del libro, el intentar explicar por qué las personas que sí tienen esos conocimientos, como un servidor, lejos de abandonar windows, a pesar de sus deficiencias, siguen atados a él presas de una fidelidad imposible de explicar más allá del miedo que produce la libertad total y el penetrar en un espacio desconocido lleno de posibilidades. Es aquí donde Stephenson se muestra más certero y analítico en sus reflexiones. También es necesario decir que en ciertos momentos tiende, como en el resto de sus libros, a una sana disgresión en la que se pierde durante una serie de páginas pero en la que resulta más divertido si cabe. Como cuando dedica unas cuantas páginas a comparar lo que es notificar y solucionar un bug encontrado en Linux y lo que padeció cuando no pudo instalar el Windows NT 4.0 porque se le bloqueaba, algo que se podría calificar como bufonada kafkiana. No sé si se traducirá a nuestro idioma, por lo que si se tiene un mínimo nivel de inglés y un buen diccionario al que recurrir en caso de duda, se puede afrontar el mismo reto que me he planteado y que tan satisfecho me ha dejado. De esta manera se podrá disfrutar de una clarividente exposición que invita a meditar sobre la incipiente cultura de la informática y la relación existente entre el hombre y la tecnología que ha creado. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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