En costas extrañas |
Después de cerca de un año sin sacar ningún libro al mercado, en un paréntesis todavía no explicado, la editorial Gigamesh ha retomado el rumbo de su colección de género fantástico con la publicación de este libro, ya editado hace más de diez años por Martínez Roca, y que es una de las mejores novelas salidas de la nerviosa pluma de Tim Powers. De esta manera se confirman las palabras de su editor, Alejo Cuervo, cuando en la génesis de la colección afirmaba que pretendía seguir una política de autor. Entre los 10 títulos publicados desde entonces, 3 son obras de Powers (Las puertas de Anubis, Esencia Oscura y ésta que ahora comento). Tal esfuerzo por mantener en nuestro mercado a dicho autor es, cuanto menos, encomiable dada la calidad como narrador que atesora, aunque quizás se echa de menos la publicación de obras todavía inéditas como Expiration date o Earthquake weather, cosa que parece que se va a solucionar próximamente con la publicación de Declare, último premio World Fantasy. Aparentemente (si se obvia su breve prólogo que ya vaticina el territorio por donde se va a desenvolver) cuando el lector comienza la lectura de En costas extrañas se encuentra ante una historia claramente deudora de las novelas de piratas del Caribe que escribió Emilio Salgari, con sus continuas luchas entre los corsarios ingleses y los galeones españoles. En sus primeras páginas muestran el asalto de un barco pirata a un mercante en el que un extitiritero viaja hacia Jamaica, con el fin de tomar una herencia que por derecho le corresponde. Sin embargo rápidamente Powers toma el mando y empieza a retocar la historia con pinceladas de su propia cosecha, repleta de magia vudú, peleas endiabladas y sufrimiento, mucho sufrimiento. En costas extrañas es, básicamente, una vuelta de tuerca más el argumento que ha repetido hasta la saciedad en casi todas sus novelas. Me refiero a ése "medianía gris y físicamente maltrecho con abundantes problemas con el alcohol sufre una serie de putadas por razones místicocuánticas que le llevan a convertirse en un técnico en la materia y a triunfar sobre las fuerzas del "mal" después de haber sufrido como un auténtico cabrón y haber exudado sangre por cada poro de su piel". Y aunque parezca mentira esta cantinela que en muchos otros autores ya sonaba agotada a los tres párrafos de comenzar la obra, en Powers se lee siempre con el mismo interés, quizás porque es un conductor frenético y compulsivo que no suelta el pie del acelerador ni un sólo momento y que convierte la trama en un montaña rusa repleta de personajes espeluznantes y sorpresas inesperadas. Lo mejor de esta novela es la soberbia síntesis que se hace entre el mundo de la piratería en el Caribe de comienzos del siglo XVIII y la trama fantástica, rasgo que también refulge en el resto de la producción del autor. Para enhebrar ambos elementos Powers suele utilizar un recurso, en su caso nada gratuito, que siempre le ha dado un resultado inmejorable. Introduce personajes históricos conocidos en sus argumentos para aumentar la verosimilitud de lo que está contando y acercar lo extraño hacia el lector. Así Lord Byron y Samuel Taylor Coleridge se daban un par de garbeos por Las Puertas de Anubis, mientras que John Keats y Percy Shelley eran casi actores principales en La fuerza de su mirada. En este caso su personaje estrella es Edward Tatch, también conocido como Barbanegra, que se convierte en motor de una parte importante de la trama al conducir al protagonista en un increíble y mágico viaje a lo más profundo de los pantanos de Florida en busca del sueño de Ponce de León: La fuente de la eterna juventud. El resto de los ingredientes Powers están también presentes, como puede ser el endurecimiento del personaje principal a base de recibir palos y sufrir todo tipo de castigos físicos (lo opuesto a lo que suele ser normal en las novelas de fantasía al uso), la búsqueda de la vida eterna, los cambios de cuerpo, la corrupción que tiene el poder absoluto, y el uso de una magia primigenia lejos de los vulgaridad con la que se suele utilizar. Cierto es que está lejos de ser una obra perfecta, sobre todo porque toda la segunda parte no tiene ni la continuidad ni la uniformidad que consiguió en sus dos grandes obras: Las Puertas y La fuerza. Especialmente son poco justificables los saltos que da la trama en sus últimas cien páginas, pasando por momentos en los que no pasa nada a otros más frenéticos en los que la acción se desboca de una manera absolutamente abrupta, cosa que hasta ese momento no ocurría. Pero es algo que la lectura compulsiva que provoca hace olvidar con rapidez. En costas extrañas es una buena novela de aventuras bastante diferente a lo que estamos acostumbrados a leer, y que merece ser leída por todos aquellos que gusten de navegar por mares desconocidos y alejados de las rutas más trilladas. La diversión con Powers siempre está garantizada. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2002
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