Asimov ciencia
ficción nº5 Relatos que contiene:
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Tenía apartada esta revista después de leer su más que mediocre primer número. Sólo la aparición de tres nombres como Cotrina, Baxter y, sobre todo, Varley me han animado a darle una nueva oportunidad. Me alegro de que haya sido así porque el nivel conseguido es bastante bueno y me anima a recuperar alguna de los anteriores entregas (tengo por ahí el número dos en el fondo de la pila) Y eso a pesar de que su comienzo está en la misma línea de lo que se podía encontrar en el citado primer número; un nombre conocido escribiendo un relato de encefalograma plano. El póstumo "Tierra de residuos", publicado al poco de morir Charles Sheffield, no es más que un artículo sobre una posible solución a la acumulación de residuos nucleares (siguiendo las ideas propuestas por Carlo Rubbia) disfrazado de relato, con sus personajillos unidimensionales, un argumento más trillado que un trigal después de la cosecha y una ambientación de chichinabo. Para más señas estamos ante una investigación policial de esas que tanto se llevan ahora, sin chica ni limoná, con temibles momentos didácticos aderezados a base de vertir unas gotas de noción sobre el GPS o una mijajina de cómo se representa un terreno en un ordenador utilizando imágenes vía satélite con Visual terrain 3.0. Puro horror existencial. Otro que se une a esta muchedumbre de autores que ven filón en el thriller policial (¡viva CSI y El Comisario!) es Varley, aunque con "El pregonero" realiza una faena llena de oficio, más efectista que efectiva. Para el lector asiduo de este autor tiene su interés al estar situada en una etapa muy inicial de su recurrente universo creativo de los ochos mundos, antes de la extirpación del hombre de la Tierra. En una colonia lunar un asesino se dedica a raptar y asesinar mujeres embarazadas próximas al parto. La policía, desconcertada, utiliza como cebo a agentes en avanzado estado de gestación. Como siempre en este autor la narración es ágil y aquí resulta ameno a base de crear tensión, pero de él se espera alguna idea novedosa con ciertas gotas de trasgresión, más allá de casquería barata que ofrece. El tercer nombre conocido es Baxter, del que se vuelve a publicar un relato enclavado en su inmensa contienda entre los Xelee y los pájaros fotino. Pero esta vez, al centrarse en un capítulo muy localizado que se puede leer sin necesidad de conocer el resto, transmite una sensación antagónica a la que producía "El sumidero frío". Con el mismo contenido especulativo y un tono decididamente aventurero, nos lleva al viaje de descubrimiento que unos Robinsones establecen por una inhóspita isla desierta, importante para la victoria de la humanidad pero que para ellos se asemeja más a una tumba. Destacan tanto la atmósfera opresiva creada como el sentido de la maravilla que la impregna. Y como es habitual en esta nueva singladura se presentan un par de autores que no habían aparecido antes en España. En el caso de Karen Traviss aparece un relato anodino e insípido. No hacía falta contar otra vez El nombre del mundo es bosque en menos palabras; ni se consigue relevancia, ni se aporta nada nuevo, ni el estilo justifica el ejercicio de revisitación. Por contra el segundo nombre, Kristine Kathryn Rush, que tampoco es que resulte muy original, sí que consigue una mayor resonancia. "Dieciséis de Junio en Anna´s" entronca con las mejores narraciones nostálgicas que ha producido la ciencia ficción como "Luz de otros días" de Bob Shaw, "Nieve" de John Crowley o Remake de Connie Willis. En él se utiliza una tecnología similar a la que definían Clarke y Baxter en Luz de otros días como medio para observar el pasado. Así grabaciones realizadas sobre la vida de personas normales se convierten en auténticos superventas, junto a los hechos históricos más importantes. Un marido que acaba de perder a su mujer después de toda una vida de convivencia, se refugia en un documento en el que contempla a su esposa días antes de conocerla mientras conversa con su antigua pareja. Quizás este tipo de añoranzas nostálgicas me gustan más que a un tonto una tiza, pero no puedo dejar de constatar lo bien medida que está la dosis melancólica. Rush huye de errores muy comunes y ni sobredimensiona los sentimientos para acentuar la tristeza ni convierte la historia en un empalagoso pastel. Igualmente el componente especulativo es verosímil y está utilizado con inteligencia. Incluso la conclusión final, aun cuando no sea muy creíble desde un punto de vista humano (no soy tan optimista como la autora), es plenamente consecuente con el desarrollo. Para el final he dejado el cuento más satisfactorio de todos, firmado por alguien que con tesón continúa haciéndose más querido entre los aficionados que descubren sus narraciones: José Antonio Cotrina. "La niña muerta", ganadora del premio Domingo Santos del año pasado, es una una historia onírica y envolvente, contada con una cadencia muy oral que uno no esperaría encontrar en este tipo de publicación. Más que nada porque se asocia el nombre de Asimov a la ciencia ficción más tradicional, donde la ciencia era tan importante como la ficción. Y de la primera en "La niña muerta" no hay nada. Asimismo, puede extrañar que el autor de las conocidas Mala racha, La pirámide o Las fuentes perdidas, no firme un thriller o aventura sobrenatural sino que sea capaz de escribir un cuento tan intimista y tierno como éste. Parte de un hecho triste, como es la muerte de una niña al poco de nacer, para tejer un bonito cuento de hadas urbano, delicado y sensible, en el que recupera la vena fabuladora sobre las que se sostenían sus cuentos dedicados a la ciudad de Soberbia o el sencillo pero encantador "Perseguir un sueño".Y aunque contadas reiteraciones formales le hacen parecer un poco descuidado, el acabado es más que notable. No por nada el Cotrina de ahora tiene más experiencia, ha escrito más páginas y es todavía más natural que el de hace 3 años. Sobre la edición, poco se puede decir respecto al primer número. Agradable, cómoda, con una maquetación bien hecha y una traducción decente, con los consabidos tropezones santianos. Las secciones periódicas flojitas. Destaca un poco Silverberg y se hunde estrepitosamente la de cómic de Juanjo Sarto. Uno esperaría que se hablase del cómic que se quiere reseñar y no de la película que pudo ser su génesis, del pasado editorial del personaje o del autor, que es lo que aquí se hace. Para eso mejor no hacer nada. Sobre todo porque queda la sensación del que la ha escrito no ha leído aquello que quiere alabar. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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